martes, 6 de enero de 2009

LA VIDA DE LA CULTURA EMPRESARIAL.

¿ Qué fines y que propósitos de vida expresan las personas en su propia conducta laboral.? ¿ Qué esperan de la vida de su cultura empresarial.? ¿ Nos hemos preguntados qué pretenden alcanzar los trabajadores dentro de ella.?
No se puede equivocar la respuesta: ASPIRAN A LA FELICIDAD, QUIEREN LLEGAR A SER FELICES, NO QUIEREN DEJAR DE SERLO.
Esta aspiración debemos tener en cuenta que tiene dos fases: un fin positivo y otro negativo; por un lado evitar el dolor, la angustia y el displacer en el trabajo y por otro experimentar intensas sensaciones placenteras dentro del mismo.
La felicidad idónea sería alcanzar la suma de las dos fases y aunque se alcance o prevalezca uno u otro de esos fines, ya podríamos hablar del término felicidad laboral.

Sigmund Freud escribe en El Malestar en la Cultura:

( .... ) Lo que en el sentido más estricto se llama felicidad, surge de la satisfacción, casi siempre instantánea, de necesidades acumuladas que han alcanzado elevada tensión y de acuerdo con esta índole sólo puede darse como fenómeno episódico. Toda persistencia de una situación anhelada por el principio del placer sólo proporciona una sensación de tibio bienestar, pues nuestra disposición no nos permite gozar intensamente sino el contraste, pero solo en muy escasa medida lo estable. Así nuestras facultades de felicidad están ya limitadas en principio por nuestra propia constitución. En cambio nos es mucho menos difícil experimentar la desgracia. El sufrimiento nos amenaza por tres lados:
o Desde el propio cuerpo condenado a la decadencia y a la aniquilación, que no puede prescindir de los signos que representan el dolor y la angustia.
o Del mundo exterior, capaz de encarnizarse en nosotros con fuerzas destructoras omnipotentes e implacables.
o De las relaciones con otros seres humanos. El sufrimiento que emana de esta fuente quizás sea el más doloroso que cualquier otro.
o La satisfacción ilimitada de todas las necesidades, se nos impone como norma de conducta mas tentadora pero significa preferir el placer a la prudencia y a poco de practicarla se hacen sentir sus consecuencias.
o El aislamiento voluntario, el alejamiento de los demás es el método de protección más inmediato contra el sufrimiento susceptible de originarse en las relaciones humanas.
o En ciertas sustancias aún llevan la culpa de que se disipen estérilmente cuantiosas magnitudes de energía que podrían ser aplicadas para mejorar la suerte de la persona. ( .... )

Cuando falta una vocación especial que imponga una orientación imperativa a los intereses vitales, el trabajo puede desempeñar esta función. Es imposible considerar adecuadamente en una exposición concisa la importancia del trabajo en la economía libidinal. Ninguna otra técnica de orientación vital liga al individuo tan fuertemente a la realidad como la acentuación del trabajo que por lo menos lo incorpora sólidamente a una parte de la realidad, a la comunidad humana. La posibilidad de desplazar al trabajo y a las relaciones humanas con él vinculadas una parte muy considerable de los componentes narcisistas, agresivos y aún eróticos de la libido, confiere a aquellas actividades un valor que nada cede en importancia al que tienen como condiciones imprescindibles para mantener y justificar la existencia social.
La actividad profesional ofrece particular satisfacción cuando ha sido libremente elegida, es decir, cuando permite utilizar, mediante la sublimación, inclinaciones preexistentes y tendencias instintuales evolucionadas o constitucionalmente reforzadas. No obstante el trabajo es menospreciado por el hombre como camino a la felicidad. No se precipita a él como a otras fuentes de goce. La inmensa mayoría de los seres solo trabajan bajo el imperio de la necesidad y de esta natural aversión humana al trabajo se derivan los más dificultosos problemas sociales.
La felicidad considerada en el sentido limitado, cuya realización parece posible, es meramente un problema de la economía libidinal de cada individuo. Ninguna regla al respecto vale para todos. Cada uno debe buscar por sí mismo la manera en que pueda ser feliz. Todo depende de la suma de satisfacción real que pueda esperar del mundo exterior ( empresa ) y de la medida en que se incline a independizarse de éste. Por fin, también de la fuerza que se atribuya a sí mismo para modificarlo según sus deseos. Ya aquí desempeña un papel determinante la constitución psíquica del individuo, a parte de las circunstancias exteriores. El ser humano predominantemente erótico antepondrá los vínculos afectivos que lo ligan a otras personas; el narcisista, inclinado a bastarse a sí mismo, buscará las satisfacciones esenciales en sus procesos psíquicos íntimos; el hombre de acción nunca abandonará un mundo exterior en el que pueda medir sus fuerzas.
La sabiduría nos aconseja no hacer depender toda satisfacción de una única tendencia, pues su éxito jamás es seguro; depende del concurso de muchos factores y quizás de ninguno tanto como de la facultad del aparato psíquico para adaptar sus funciones al mundo y para sacar provecho de éste en la realización del placer. ( .... )

Hasta hace muy pocos años, dedicarse a la esencia de la cultura empresarial, cuyo valor para la felicidad humana se ha puesto tan en duda por las condiciones laborales que existían junto a una falta de Legislación Laboral, era una prácticamente impensable

Hoy día, el término cultura designa la suma de las producciones e instituciones que diferencian nuestra empresa de la de nuestros competidores-antecesores y sirve a dos fines: proteger a la empresa contra el exterior y regular las relaciones de los integrantes entre sí.
( ... ) Dentro de una organización empresarial, es prioritario el orden entendiendo como tal una especie de impulso de repetición que establece de una vez para todas cuándo, dónde y cómo debe efectuarse determinado acto, de modo que en toda situación correspondiente nos ahorraremos las dudas y las indecisiones. El orden, cuyo beneficio es innegable, permite al hombre el máximo aprovechamiento de espacio y tiempo, economizando simultáneamente sus energías psíquicas.

( ... ) La cultura comienza a tornarse posible cuando llega a reunirse una mayoría más poderosa que cada uno de los individuos y que se mantiene unida frente a cualquiera de estos. El poderío de tal comunidad se enfrenta entonces como “Derecho”, con el poderío del individuo que se tacha de fuerza bruta. Esta sustitución del poderío individual por el de la comunidad grupal representa el paso decisivo hacia la cultura. Su carácter esencial reside en que los miembros de la comunidad restringen sus posibilidades de satisfacción egoístas, mientras que el individuo aislado no reconoce semejantes restricciones.

Una cultura empresarial, bajo una normas de equidad y justicia que progresa, toda hostilidad hacia la misma es una reivindicación de querer satisfacer tendencias instintuales individuales.

Una cultura reposa sobre la renuncia a las satisfacciones instintuales.

¿ Hasta qué punto su condición previa radica precisamente en la insatisfacción ( por supresión, represión..) de instintos poderosos.? Esta frustración cultural rige el vasto dominio de las relaciones sociales entre los seres humanos y ya sabemos que en ella reside la causa de la hostilidad opuesta a toda cultura. No es fácil saber cómo se puede sustraer un instinto a su satisfacción o propósito de realización, de manera que es difícil renunciar a algo si no hay nada nuevo que en parte lo sustituya.
Los cambios han existido y existirán pero ¿ cambiamos las personas al mismo ritmo que nuestro entorno.? Y si no es así, ¿ de qué depende nuestra velocidad de cambio.? ¿ qué es lo que hace que no sea sencillo movilizar voluntades o cambiar actitudes.? ¿ podríamos hablar de una resistencia, miedo, dudas, incertidumbres a los cambios.?


Los entornos turbulentos siempre son un reto, ya que en algo se opone a la satisfacción de los deseos propios de cualquier empresa y puede provocar un estado denominado “ frustración”. La abstinencia de la satisfacción de realizar, de llevar a cabo una resolución puede llegar a enfermar una estructura a través del contagio emocional.
La restricción, las pautas, los puntos que se oponen a una estructura la someten a su vez a tal prueba, consistente en ver cuánto tiempo podrá resistir tal incremento de tensión psíquica y qué caminos estratégicos elegirá para descargarse de ella.
Ante la frustración real de una satisfacción, no existen sino dos posibilidades de mantenerse sano: transformar la tensión psíquica en una acción orientada hacia el mundo exterior, que acabe por lograr de él una satisfacción real o renunciar a dicha satisfacción, sublimar dicho deseo y utilizarla para alcanzar otros fines distintos.
El efecto inmediato y beneficioso de la incertidumbre es que puede despertar la actividad de ciertos factores, dispositivos ineficaces hasta entonces para buscar nuevas vías de resolución y mejora.
También puede ocurrir que otros dispositivos mentales pueden actuar de manera tal que intensificando toda la energía y orientándola hacia la fantasía, se produce una situación imaginaria que rechaza o se opone a la realidad.
Debemos pensar que muchas veces, los obstáculos al crecimiento, a parte de económicos, también son del orden de la economía psíquica. Una estructura puede estar conformada desde un inicio, desarrollo o final para fracasar, de manera que todos los esfuerzos que se hacen para alcanzar una nueva realidad, están siendo dificultados a consecuencia de un esfuerzo interno o interior que se opone al cambio.
La estructura empresarial puede llegar a enfermar a consecuencia de tener que adaptarse a la realidad y cumplir las exigencias reales, labor a la cual se oponen en ella, invencibles obstáculos internos. Hay que distinguir que no poder aceptar la realidad, impide el abordaje de la misma y que una vez aceptada, no alcanzar semejante estado evolutivo es porque fracasa el proceso evolutivo de la estructura íntima propiamente empresarial.

Describiríamos por lo tanto dos tipos de fracaso:

- un fracaso a consecuencia de una falta de flexibilidad
- la empresa fracasa por el conflicto planteado entre la tendencia de la misma a continuar siendo idéntica a sí misma y la de transformarse conforme a nuevas intenciones y exigencias de la realidad.
Los fracasos también tienen que ver con la existencia de una cultura repetitiva en la negación del error, en concreto, de una falta de humildad para gestionar que en el papel, todo se soporta pero que la realidad está en un proceso continuo de ambivalentes contradicciones que hay que poder tolerar con paciencia para poder rectificar lo que es error y transformarlo en aprendizaje.

SEÑAL DE ALARMA .Un error que con frecuencia se comete, es querer igualar a las personas en el trato, en lo económico, en ventajas, oportunidades etc…

A una empresa no le pueden resultar indiferentes los comportamientos diferenciados de sus profesionales, especialmente cuando dan respuestas DIFERENTES a las necesidades de la empresa. Para ello hay que estimular el alto rendimiento, diferenciando con sistemas justos y objetivos que premien los mejores desempeños y estimulen a los más bajos a progresar.
El riesgo de la competitividad interna es que a parte del incremento de la productividad puede desencadenar celos y envidias. Dichos afectos debemos aprender a gestionarlo porque igualar a las personas puede provocar desconcierto y a la larga desánimos entre los mejores profesionales que ven mermada la recompensa a sus esfuerzos en pos de una igualdad que lejos de estimular a los de menor esfuerzo, puede llegar a potenciar el relajamiento de ciertos profesionales en su desempeño laboral.
A la larga, los mejores se pueden acabar quemando. Las políticas de igualdad provocan a la larga descensos en el rendimiento de la organización, porque alimentan la tendencia al principio del placer o la pereza subyacente en todo sujeto.

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