martes, 24 de febrero de 2009

LAS BASES DEL CONTRATO EMOCIONAL

Un contrato emocional está encaminado a producir o garantizar un estado anímico relacionado con el bienestar y sus cláusulas deben evitar todo aquello que produzca malestar laboral.
Cuando se produce algún tipo de malestar que se acrecienta y/o que se mantiene en el tiempo, puede romper el bienestar y entonces podemos decir que el contrato pierde su vigencia para dejar de ser funcional y transformarse antifuncional e insalubre.
Por economía psíquica, definimos al conjunto de procesos anímicos regulados por el principio del placer. Dicho principio psíquico interviene para aminorar la tensión de todo aquello que provoca malestar o displacer y evitar lo que llamamos “ sufrimiento “.
Económicamente hablando, todo aquello que provoca malestar, tensión o sufrimiento, puede llegar a disminuir la capacidad intelectual y productiva de cualquier ser humano, ya sea en lo laboral o en lo personal.
Vamos a tratar de explicar estos conceptos tan fundamentales para entender la base sobre la cual se sostiene el contrato emocional o afectivo.
Relacionaremos el placer y el displacer con aquello que provoca excitación o inquietud en nuestro estado de ánimo.
El displacer o malestar corresponde con una elevación de dicha excitación y el placer o bienestar con una disminución de dicha tensión.
Más que una relación con sensaciones, el factor decisivo es el aumento o disminución de dicha medida de excitación en el tiempo. Es decir, ciertas tensiones personales y/o laborables, provocan malestar porque se acumulan durante un tiempo y el no poder aminorarlas acaban produciendo perturbación anímica.
G.Th.Fechner afirma que nuestra conciencia se halla revestida de placer cuanto más se acerca a la completa estabilidad o de malestar cuanto más se aleja de la misma. Podríamos hablar de un límite intermedio entre el bienestar y el malestar al cual denominamos: indiferencia.
Debemos señalar que la tendencia humana es a mantener nuestro cerebro con el mínimo nivel de tensiones y si no hubiesen otras fuerzas que se oponen a dicha tendencia, podría ser hasta peligroso para nuestra autorrealización, ya que no podríamos hacer frente a las dificultades del mundo exterior.
Nuestro instinto de conservación nos lleva a aceptar en parte la realidad y si bien no podemos eliminar todo aquello que nos produce malestar, somos capaces de tolerar un cierto grado de malestar o insatisfacción para llegar al encuentro con lo que ansiamos y que nos producirá placer.
El contrato emocional se establece para obtener una tranquilidad y estabilidad pero a su vez, para tolerar un grado de tensión laboral que a la larga producirá bienestar.
Todo contrato emocional, moral o afectivo, suele ejercer cierta presión sobre la persona para que lejos de acomodarse en su posición laboral y/o personas, produzca un grado de tensión que la obligue a mejorar y producir más para la empresa y ella misma. Este grado de insatisfacción ayuda a que el trabajador tenga una actitud más deseante. La falta de motivación que tanto se achaca a los Funcionarios puede ser debido a la situación de extrema estabilidad que tienen, la cual puede llegar a aminorar su deseo por su labor, de manera que trabajan para lo justo y necesario de su función. Circunstancia por la que a veces es difícil exigirles mayor productividad. Esto nos lleva a plantearnos que en algunos sistemas laborales el contrato emocional se establece no en relación al principio de realidad, sino en relación al principio del placer, es decir, trabajar con el mínimo esfuerzo.
El establecimiento del contrato emocional da asiento a las bases de la productividad con el capital humano. Será la necesidad la que teóricamente haga moverse al trabajador cuando la realidad llame a su puerta. Un bienestar con el tiempo puede convertirse en algo caduco que requiera una reestructuración hacia nuevos bienestares. Esta circunstancia nos hace pensar que las bases del contrato emocional están sostenidas por algo tan dinámico y evolutivo como es el equilibrio entre dos fuerzas que son el principio del placer y el de realidad. Equilibrio que a su vez nunca goza de equilibrio. Son sus desequilibrios y el afán de conquista del equilibrio lo que da originalidad a cualquier emoción humana.

martes, 17 de febrero de 2009

ALGUNOS ASPECTOS SOBRE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Freud ya dijo: “ lo más caro para el hombre, es la tontería y la enfermedad.” Con ello, nos quiso decir que si hablamos de tontería, hablamos de neurosis y si hablamos de enfermedad, hablamos de contradicciones emocionales y afectivas.
Todos hemos comprobado en nosotros mismos que nuestra inteligencia y capacidad vital puede aminorarse hasta el punto de perderse bajo el peso de sentimientos o afectos que la persona no puede manejar. Jueces que pierden el control por el demonio de los celos, médicos que la envidia les lleva a aminorar su capacidad de trabajo, ejecutivos que el amor les lleva a perder fuertes sumas de dinero, hombres, mujeres sometidos a la servidumbre del sexo son capaces de romper con la pareja, la familia, los hijos…
Es decir, seguimos siendo víctimas de nuestros sentimientos. Aquel que nunca sufrió por afectos no es humano. Por lo tanto, si de sufrir se trata, siempre hay una causa afectiva o emocional que lo justifica.
Cuando hablamos de inteligencia emocional, no nos estamos refiriendo al uso de los sentimientos para ser más inteligentes, sino a mantener a distancia los sentimientos frente a todo aquello de nuestra vida donde se nos requiere inteligencia. Por eso mismo, no se puede hablar de inteligencia si previamente no se gestionan las emociones y gestionar es manejar, entender, legislar. Una vez que producimos todo esto, es cuando la inteligencia puede aflorar, desarrollarse y expandirse.
Siempre que encontremos un conflicto entre personas, detengámonos para escuchar qué sentimiento o afecto es el que ha producido dicho conflicto y cien por cien de seguridad, encontraremos celos, envidia, amor, odio, deseo sexual, narcisismo exacerbado, sadismo, masoquismo y un sinfín de sentimientos mas que pueden llegar hasta unos cien. Si al cabo del día experimentamos mas de 50 estados anímicos diferentes ( triste, alegre, decaído, decepcionado, deseoso, amoroso, odioso, etc… ) según el estado que nos pille en el momento del día así será mayor o menos nuestra inteligencia. Y si uno se pregunta cómo gestionar todos sus sentimientos, es porque todavía es un desconocido de si mismo, lo cual es pauta para comenzar un psicoanálisis y entender todo aquello que a uno le empobrece como ser humano.

lunes, 9 de febrero de 2009

LA IMPORTANCIA DEL PERITAJE PSICOLOGICO PARA LAS EMPRESAS

Es frecuente ver la impotencia que sienten muchos empresarios cuando ven que ciertos trabajadores, “ entran en depresión y ansiedad “ se dan de baja y no hay manera de certificar si dicha baja es real o fingida. En mi experiencia como psicoanalista y perito judicial, es fácil hacer un uso secundario de una dolencia psíquica, ya sea real o fingida. Es decir, ciertas personas optan por sacar una rentabilidad a dicha dolencia, sin importarles las consecuencias laborales que pueden ocasionar a terceros.
Nos encontramos que los diagnósticos de ciertos médicos, suelen ser diagnósticos precoces, confundiendo la credibilidad con la fiabilidad de lo que el paciente muestra.
Debido a la tensión emocional con que la persona llega a la consulta, es fácil convencer al médico que sufre de ansiedad o depresión, cuando dichas patologías deben ser estudiadas con más detenimiento y valorarlas de acuerdo a una sintomatología específica junto a un estudio profundo de su historia clínica. Pero esto no es así, un paciente que dice sentirse deprimido, rápidamente se le diagnóstica depresión o una persona nerviosa, se la dice que sufre ansiedad. Todos estos juicios de atribución sin meditar ni estudiar profundamente, está produciendo un tipo de pacientes que no son tales pacientes. Una persona con personalidad depresiva no es que tenga depresión ya que la depresión es algo muy serio que produce una desestructuración importante en la vida personal y social del paciente. Pero se sigue diagnosticando de manera rápida y concluyente.
Ante esto, solo se puede optar por un peritaje psicológico, que consiste en un estudio detallado del paciente, haciendo hincapié en su historia personal junto a una batería de test psicológicos que permiten no solo cerciorar el diagnóstico, sino descubrir fingimientos que no se corresponden con la realidad.
Para llevar a cabo una pericial, lo más importante, es la experiencia del perito, pues como hemos dicho, es fácil que el paciente sugestione con su dolencia al médico o psicólogo y si el mismo no tiene mucha experiencia, acabará haciendo un diagnóstico que no es certero y a la larga puede acabar perjudicando al paciente. La manera para estudiar la veracidad o la falsedad de