miércoles, 26 de noviembre de 2008

LA MEDIACION EN LA GESTION DE CONFLICTOS.


Una consecuencia del proceso de desarrollo social, son los conflictos que no sólo crecen en número, sino en dificultad dentro de las empresas. Las personas, que entran en conflicto tienen a su disposición varias opciones para resolverlo: evitar, negociar, mediar, someterse a la autoridad judicial o recurrir a la violencia.
La mediación puede ayudar a que las normas legales sean respetadas y que ese respeto de las normas se mantenga con el paso del tiempo porque los individuos hayan decidido responsabilizarse de su cumplimiento. Por lo tanto, el papel del mediador en este campo es el de preparar el terreno para que las negociaciones entre las partes se desarrollen sin enfrentamientos para que ambas partes se escuchen y lleguen a un acuerdo propuesto por ellos mismo.
Recurrir a la Ley como medio para solucionar un conflicto es una opción basada en la esperanza de objetividad y de justicias, sin embargo, a un proceso legal como vía de resolución de conflictos, debemos añadirle los gastos que aumentan en función de la cuantía del asunto y el tiempo que conduce a la desesperación porque la parte con más recursos saca mayor partido de la situación y que conduce a la otra parte al agotamiento. El desacuerdo como resultado, produce sentimientos de venganza y hostilidad y rompe o dificulta la relación futura entre las partes, cuando en muchos casos es necesaria una comunicación entre las partes ya que deben seguir relacionándose.
La mediación pretende posibilitar la comunicación entre las propias partes, posibilitar el cambio perceptivo y determinar la autodeterminación de las mismas.
Cualquier conflicto dentro de la empresa, entre personas, puede llegar a buen término mediante la figura de un mediador experimentado.

martes, 18 de noviembre de 2008

LA GESTION DE LAS EMOCIONES DENTRO DE LA EMPRESA
Hay situaciones, no solo en la vida laboral, sino en la personal que damos por normales, obvias, cotidianas y no reparamos ni nos detenemos a estudiar la procedencia de muchos de nuestros actos porque los consideramos cotidianos en nuestro hacer. Cualquier empresario sabe los enormes conflictos emocionales que surgen entre sus empleados. Muchos socios fundadores de una empresa, la acaban disolviendo por no entenderse entre ellos; es decir, parece ser que nadie repara que las alianzas grupales no dejan de ser más que alianzas emocionales y pactos de confianza – otro sentimiento- que se establecen durante el desarrollo de la actividad laboral.
Dichos pactos o alianzas tienen un doble fundamento humano: afectivo y económico, en el sentido de que toda persona tiene esta doble necesidad.
El mundo empresarial ha desarrollado y ha perfilado las leyes que regulan los contratos económicos, pero hasta ahora no se ha podido regular y menos aún entender qué es un contrato-pacto emocional y los términos en los cuales se establecen entre los empresarios y trabajadores.
Entre las cláusulas figuran la buena ética en el orden del desarrollo de lo laboral, ética que supone el buen hacer del trabajador y el buen hacer del empresario con respecto a la empresa y a sus trabajadores.
Sin embargo, el ser humano está sujeto a las variabilidades emocionales de su carácter, de su personalidad y de sus deseos inconscientes. Teniendo en cuenta que todas las personas durante el día pasamos por más de cincuenta estado emocionales diferentes - triste, alegre, deprimido, dudoso, excitado, celoso, defraudado, sufrido, melancólico, envidioso.. etc.- corremos el riesgo de CONTAMINAR el tiempo de la productividad con el afecto que nos domina en un determinado instante.
Si nos levantamos tristes, es muy probable que una venta o una negociación quede impregnada de la indiferencia típica que produce la tristeza. Un grado de alegría mejora la dinámica del grupo de trabajo pero un estado depresivo es causa segura de fracaso porque el estado depresivo lleva asociado a una falta de interés y deseo por todo aquello que rodea al sujeto.
Teniendo en cuenta que las jornadas laborales oscilan entre 8 y 10 horas al día, podemos asegurar que muchas de nuestras grandes emociones, acontecen dentro del ambiente laboral.
Todos observamos situaciones de celos, rivalidad, despotismo, agresividad en los niveles horizontales y verticales que conllevan mucha pérdida de tiempo y a la vez acaban minando el estado anímico de quien las padece. Situaciones donde las personas se van “ quemando “ por las actitudes emocionales de compañeros, jefes, socios.
Siendo la cuestión que vemos lo que sucede pero no sabemos intervenir con efectividad en lo que sucede. Nos hemos preguntado alguna vez ¿ cómo podríamos hablar a una persona soberbia que siempre se cree en posesión de la verdad.? ¿ Sabemos como modificar las tendencias individualistas- también llamadas egoístas- que anidan en la mayoría de las personas por el deseo de ser mas grupales.?
Las tendencias destructivas que subyacen en el inconsciente de toda persona es una variable presente de primer orden, que decidirá el futuro no solo de un puesto de trabajo, sino de toda una empresa.
Todos hemos visto y observado a trabajadores que trabajaban para ser despedidos o empresarios cuyos movimientos tratan de romper las bases organizativas de la empresa hasta que al final sucedió. El sentimiento de culpabilidad es una variable emocional que determina la aparición de las actitudes destructivas y delictivas empresariales. Los delincuentes laborales son personas normales que bajo un sentimiento de culpa hacen las cosas mal sabiendo que acabarán por ser descubiertos. El castigo o la sanción viene a aminorar dicho sentimiento de culpabilidad. A mayor sentimiento de culpabilidad mayor tendencia a atentar contra lo laboral.
Hasta ahora sólo el psicoanálisis ha podido estudiar y comprender el origen de la tristeza, de la melancolía, de los celos, del odio, del amor, del sufrimiento. Todos tenemos experiencias de personas activas que han entrado en un estado de tristeza y melancolía que les ha hecho disminuir su productividad e incluso abandonar su actividad laboral.
Hoy día, gracias a la técnica psicoanalítica, ya podemos afirmar que las tendencias sufridoras de todo ser humano son estructurales, es decir que constituyen en buena parte la esencia de la personalidad.
Una tendencia sufridora en lo laboral con lleva un grado de productividad con resultados insatisfactorios, de manera que el trabajador o empresario “ vuelve a tener motivos para quejarse o para sufrir. “.
Los celos dentro del ambiente laboral pueden provocar auténticas tormentas emocionales. Todas las personas padecen de este sentimiento. Cuando se niegan los celos es porque están reprimidos y cuando se reprimen es porque su grado de cantidad es tan grande que la persona tiene que reprimirlos para no estar exteriorizándolos en cualquier momento o situación. Se pueden tener celos a una mirada, a una mejor economía, a la relación entre un superior y un trabajador, es decir, celar, celamos todos. La diferencia está en el grado de cantidad. Es fácil ver desembocar los celos en actos y situaciones de venganza y no sabemos cómo intervenir adecuadamente.
La envidia es el afecto de las mil caras, es decir, se puede esconder tras el rostro más angelical y la actitud más servicial. Sin embargo, la envidia puede llevar a un trabajador o a un empresario a romper aquello que le hace sentirla, porque la envidia no permite o no tolera que el otro tenga algo que yo no tengo. Y para no sentir esa carencia, un envidioso es capaz de producir su despido o hundir su empresa con tal de ver caer al objeto de su envidia.
El estado depresivo es un estado de indiferencia por todo lo que está vivo. Nadie sabe que el depresivo ha descubierto algo que tenía que estar reprimido y esa es la causa de su tristeza. Una persona depresiva puede quedar anulada totalmente para el desempeño de cualquier actividad laboral.
Estos son algunos ejemplos de cómo los afectos contaminan y deterioran el tiempo de la productividad. Empresarios, trabajadores, Jefes de RRHH, sabemos de su existencia, de sus efectos pero no sabemos de su procedencia ni la manera de modificarlos.
La procedencia es inconsciente, es decir, un lugar de nuestra personalidad cuyo acceso es a través de la palabra. No podemos negar la importancia de la palabra dicha, sino de la palabra escuchada. Sabemos que una palabra puede desencadenar una crisis afectiva y a la vez una palabra es capaz de atemperar y calmar cualquier estado de ánimo. Es decir, las palabras producen reacciones humanas. A veces no es tanto lo que se dice sino cómo se dice. El cómo se dice hace que el mensaje se escuche de una manera u otra.
Las personas que trabajan con grupos, ¿ saben de las necesidades afectivas del grupo.? o ¿ pensamos que las únicas necesidades de un grupo de trabajadores son las económicas.?
Todos observamos la aparición de reacciones emocionales que alteran una plantilla o un plan de estrategia. ¿ Sabemos la procedencia de dichas emociones.? ¿ Tenemos las palabras adecuadas para orientarlas a nuestro favor.?. ¿ Sabemos producir más deseo para que un trabajador se implique más en la empresa.?
¿ Podríamos modificar nuestras conductas emocionales diarias.?
Todo esto tiene una respuesta. Lo que la persona no sabe, no lo puede controlar. El ser humano solo puede transformar lo que conoce. Lo que desconocemos no está al alcance de nuestro control.
Si sabemos la procedencia y el sentido de las emociones que nos producen las personas, se hacen asequibles su manejo y su transformación.

Numerosas empresas del sector moda, banca, alimentación, aseguradoras, productoras de cine y música, hostelería etc... vienen haciendo uso de esta novedad formativa empresarial.
Debido al enorme grado de competitividad del mercado, las empresas que sobreviven son aquellas cuyo valor añadido es el manejo del factor humano, es decir, los afectos y las emociones.
Para poderlo aplicar debemos conocerlo. Y lo inconsciente solo se puede aprender si se lo estudia. La intuición, la creencia en la buena, mala suerte, el azar son variables muy aleatorias que nos sirven para negar la existencia del trabajo humano, en el sentido que todo lo que hacemos como lo que no hacemos, conlleva un trabajo. Es decir, para hacer las cosas a favor de la empresa hay que hacer un trabajo pero para hacer las cosas en contra de la empresa también hay que realizar un trabajo. La diferencia entre una actitud laboral u otra son las diferencias en la productividad.
Nos cuesta aceptar y entender cómo ante un mismo producto, dos comerciales pueden ser tan diferentes a la hora de venderlo. La dificultad no está en el producto, sino en el deseo de los comerciales. Uno tiene más deseo que otro a la hora de vender. Uno está mejor posicionado en la empresa que el otro. Uno cree más en lo que vende que el otro.
Por lo tanto, hasta que no nos cuestionemos la ética de los afectos y de las emociones de nuestros trabajadores, de nuestros directivos a la hora de trabajar, estaremos desatendiendo una enorme fisura por donde sangra y languidece el tiempo de la productividad empresarial.
Miguel Martínez Fondón.
Médico-Psicoanalista de Empresas.