Absolutamente, cualquier relación humana, se sostiene sobre pactos de confianza. Todos somos unos desconocidos antes los otros. Incluso dentro de una familia, hay traiciones.Toda personalidad, tiene una parte inconsciente, que es aquella donde navegan los instintos, el amor, el odio, los celos, la envidia, el egoísmo, la soberbia. Es por así decirlo, una parte básica, aunque primitiva de nuestra persona.
Se desarrolla en la fase infantil y comienzos de la adolescencia y gracias a la educación que recibimos, se va reprimiendo y controlando, ya que una persona expuesta a sus pasiones, acaba siendo esclava de sus propios vicios. Es necesario entonces el ejercicio de una labor educativa y civilizadora para poder parecernos a un modelo de hombre civilizado.
Sin embargo, el proceso educacional, a veces falla: una madre demasiado permisiva o un padre excesivamente débil, pueden generar hijos egoístas, delincuentes, odiosos, soberbios. Cuando esto ocurre, una parte de nosotros mismos -muy pasional- que debe quedar reprimida, queda expuesta a su libre albedrío y es justo ahí cuando la persona queda dominada por los aspectos más primitivos de su personalidad.
Todo pacto entre personas debe quedar comandado por un pacto ético basado en la confianza y en el bien hacer. Es la base de los negocios, la amistad, el amor, la convivencia, los contratos laborales. Es la base de creer o no creer en los otros.
Si todos estuviéramos expuestos a lo que deseamos hacer, el mundo sería un caos. Sería el imperio de los instintos, las pasiones más bajas. Y a la civilización actual, hemos llegado tras conquistar y someter los aspectos humanos puramente salvajes que viven dentro de nosotros mismos.
Se desarrolla en la fase infantil y comienzos de la adolescencia y gracias a la educación que recibimos, se va reprimiendo y controlando, ya que una persona expuesta a sus pasiones, acaba siendo esclava de sus propios vicios. Es necesario entonces el ejercicio de una labor educativa y civilizadora para poder parecernos a un modelo de hombre civilizado.
Sin embargo, el proceso educacional, a veces falla: una madre demasiado permisiva o un padre excesivamente débil, pueden generar hijos egoístas, delincuentes, odiosos, soberbios. Cuando esto ocurre, una parte de nosotros mismos -muy pasional- que debe quedar reprimida, queda expuesta a su libre albedrío y es justo ahí cuando la persona queda dominada por los aspectos más primitivos de su personalidad.
Todo pacto entre personas debe quedar comandado por un pacto ético basado en la confianza y en el bien hacer. Es la base de los negocios, la amistad, el amor, la convivencia, los contratos laborales. Es la base de creer o no creer en los otros.
Si todos estuviéramos expuestos a lo que deseamos hacer, el mundo sería un caos. Sería el imperio de los instintos, las pasiones más bajas. Y a la civilización actual, hemos llegado tras conquistar y someter los aspectos humanos puramente salvajes que viven dentro de nosotros mismos.
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