domingo, 26 de enero de 2014

HERRAMIENTAS PARA SER FELIZ. Los obstáculos son uno mismo

Entrando en los aspectos individuales como causas que intervienen en determinar un grado mayor o menor de felicidad, podríamos con asombro citar la “intolerancia a la felicidad”. ¿Se puede no tolerar la felicidad? ¿ Hasta que punto somos capaces de tolerarla? Si no tenemos en cuenta la relación entre nuestro yo y nuestro inconsciente, el concepto de felicidad se reduce a concepciones mágico animistas, tales como la buena o mala suerte. Felicidad es equivalente a un estado de placer, de bienestar más o menos permanente en relación a determinados aspectos de nuestra vida exterior e interior. La escala de valores difieren de unas personas a otras. Habitualmente se busca un equilibrio entre el amor, el tiempo, el dinero, las relaciones familiares y sociales. Vivir entre la carencia y la tenencia, nos produce un desasosiego que nos hace buscar la tenencia de lo que nos falta. El camino hacia el logro está determinado por la relación que la persona tiene consigo misma. Aquí entran en juego sentimientos y afectos de un orden moral  casi conscientes que nos plantean preguntas tales como ¿soy merecedor de la felicidad? ¿me considero una persona digna de ser feliz? o por el contrario ¿me recrimino ciertos pensamientos, deseos o actos por lo cuales no me considero merecedor de casi nada bueno?

La felicidad más que conseguirla nos la otorgamos o nos la negamos pero no de una manera consciente, sino desde una figura que el psicoanálisis ha venido en denominar “superyó”. El superyó, Juez interior cuya ideología es heredada desde lo  familiar- y que su influencia puede remontarse hasta varias generaciones atrás- es quien nos examina, quien legisla y regula nuestra relación consciente con la parte inconsciente de la personalidad. Dependiendo de cómo una persona esté más o menos enfrentada o reconciliada consigo misma, se derivará así el grado de tolerancia a una mayor o menor felicidad. Realmente, la falta de felicidad es sinónimo, un indicador de conflictos que tenemos con nosotros mismos, o mejor dicho, con la parte inconsciente de la personalidad. Cuando nos descubrimos en actividades o pensamientos egoístas, celosos, envidiosos, despectivos, sexuales, etc, nos recriminamos que los mismos nos pertenezcan y tratamos de desecharlos por considerarnos indignos de padecerlos. Cuando se niegan o se subliman, saltan los resorte del superyó quien viene a juzgar a la persona como voz o conciencia moral. Dice el superyó, “puedes negarte a ti mismo pero no puedes negarme lo que yo sé” Y desde ahí actúa, haciendo cumplir a la persona su mandato: “no eres merecedor de nada bueno.” ( continuará )

domingo, 19 de enero de 2014

HERRAMIENTAS PARA SER FELIZ. Qué necesito, qué demando, qué deseo


El término felicidad hace referencia al sentimiento de plenitud, a la satisfacción y al equilibrio. Hemos dicho que si bien la felicidad es del orden de lo subjetivo ( lo que hace feliz a uno puede hacer desgraciado a otros ), podemos avanzar si establecemos una diferencia entre lo que necesito, lo que demando o pido y lo que deseo.  Son tres órdenes distintos ya que no es lo mismo satisfacer una necesidad, una demanda o un deseo. Las necesidades son múltiples y pueden ser de todo tipo, incluyendo las necesidades afectivas o emocionales. Sin embargo, la demanda siempre es demanda de amor. Cada vez que pido algo al otro ( sea lo que sea) siempre le pido amor. ¿Pero qué clase de amor es el que pido que nunca lo hallo? Poderosa pregunta esta, la que debemos de hacernos. Toda demanda de amor, por doloroso que nos parezca, siempre es demanda de amor materno. Aunque sea a un hombre, a una amiga, a un novio, a una mujer, etc… Cuando demando amor, le pido al otro que me ame como me amó mi madre. Por este camino, entonces, difícil encontrar la felicidad porque el reencuentro con la madre no es posible y si es posible en lo inconsciente, a la larga va a ser causa de mas de una perturbación psíquica. Sin embargo, la falta de felicidad de numerosas personas tiene que ver con no sentirse queridas, con no sentirse amadas por alguien y ese alguien ( pareja, amigo, etc… ) al que se le demanda, siempre es la madre, pero la madre no la actual o la madre muerta sino la madre que la persona tiene en su inconsciente y de la que no tiene representación en la tierra ( en ningún ser viviente ). La ingratitud que adjudicamos a ciertas personas no deja de ser una manifestación de una demanda de amor materna no satisfecha. Si le pido al otro que sea mi madre en el gesto de pedirle amor, difícilmente podrá ser causa de satisfacción. Mas bien lo calificaremos al otro de ingrato o carente. Ciertos desprecios que se suelen hacer a las personas con las cuales se conviven, tales como tratarlos mal, sádicamente, despreciándolos, haciéndolos creer que son seres inferiores, no deja de ser más que una manifestación neurótica de un sentimiento de frustración por no aceptar del otro a un humano. Y como el otro no es la madre a la cual demando mi amor, lo termino maltratando o aniquilando la relación ( continuará ) 

domingo, 29 de diciembre de 2013

PSICOANALISIS/GRUPOS/EMPRESAS/GESTION EMOCIONAL DE PERSONAS

QUÉ ES UNA MADRE CASTRANTE Y SUS CONSECUENCIAS

PSICOANALISIS. TRATAMIENTO DEL ALMA ( 2ª parte )

El ejemplo más común de acción psíquica sobre el cuerpo y que puede observarse siempre en cualquier individuo, lo muestra la llamada”expresión de las emociones”. Casi todos los estados de ánimo de una persona, se exteriorizan por tensiones y relajamientos en la musculatura de la cara, en los cambios vasculares de la piel, en la tonalidad de la voz, en los movimientos de sus piernas o de sus manos, en las alteraciones de su actividad cardiaca. Bien son conocidas por todos que bajo la influencia del miedo, de la ira, del dolor, del placer sexual, etc., se producen expresiones somáticas: aumento de la secreción salivar, taquicardias, nerviosismo, rubor facial, ganas de miccionar o defecar.
Los estados afectivos de naturaleza penosa, como suele decirse, depresiva, como la congoja, las preocupaciones, las aflicciones, reducen la ganas de comer, de hacer ejercicio, de disfrutar de las actividades cotidianas y aumentan el número de contagios a virus y bacterias.
Ciertos estados patológicos en la persona observamos que pueden ser profundamente influidos, empeorando los mismo ante un susto imprevisto o una repentina aflicción. Y lo contrario, una noticia favorable ha podido influir positivamente sobre una enfermedad crónica o aun la hayan curado por completo.
De manera contraria, bajo la influencia de excitaciones placenteras, de la felicidad, el organismo florece y la persona recupera algunas manifestaciones de la juventud.
Todos los afectos, en el sentido estricto, se hayan muy vinculados con los procesos corporales pero en realidad, hasta los procesos “intelectuales” que también pueden considerarse como modos afectivos, tienen la capacidad de alterar procesos corporales.
Cuando la voluntad y la atención están centrados en un órgano, en un dolor, este llega a acentuarse e incluso a intensificarse. Al igual entonces, que los dolores pueden provocarse o exacerbarse dirigiendo la atención sobre ellos, también pueden apartarse al retirar la atención sobre los mismos.
Destacamos  el interés que nos produce el estado anímico de la “expectación”, donde una serie de fuerzan psíquicas se ponen en juego para determinar la provocación y la curación de afecciones corporales. La “expectación ansiosa” puede influir en la aparición de una enfermedad. Por el contrario la “expectación esperanzanda” es capaz de producir “curas milagrosas”. De hecho, ciertas intervenciones terapeúticas, curan más por la fe del enfermo que por la intervención científica.
No podemos quitarle importancia a estas curas milagrosas. Ocurren efectivamente y siempre han ocurrido. Para explicar estas curaciones milagrosas, podemos recurrir también a los poderes de los estados de ánimo. El poder de la fé religiosa es un reforzamiento para el estado de ánimo. La fe piadosa, cuando es reforzada por una multitud, puede hacer sentir al alma humana una exaltación que produce el milagro sobre la enfermedad.
De hecho, ante situaciones clínicas que la ciencia no puede resolver, el hombre es capaz de buscar soluciones en todo aquello que le pueda ofrecer una esperanza. Esta expectación de curación puede producir el efecto buscado de la sanación en aquello que despertó la fe y la confianza en el enfermo.

Así mismo podemos ver que hay profesionales que despiertan mayor confianza en el enfermo y el propio paciente ya percibe un alivio cuando ve al especialista entrar en la sala o conversar en su consulta.( CONTINUARÁ )

sábado, 21 de diciembre de 2013

Psicoanálisis, una terapia efctiva



La efectividad del psicoanálisis como terapia,  guarda relación con dos factores. Uno, la predisposición del paciente a curarse y dos, la formación del psicoanalista. La diferencia del psicoanálisis, con otras terapias tales como la psicología conductual y sus variantes y la psiquiatría consiste en que el psicoanálisis trabaja con la parte inconsciente de la personalidad. Cuando una enfermedad psíquica da la cara, es porque ha habido un perido de formación que habitualmente es de años. Una persona, no enferma de la noche a la mañana ni por que sí. Ha debido pasar un tiempo, donde el síntoma o los síntomas que acontecen en la conciencia se han ido constituyendo progresivamente. La propia persona da cuenta de ello y dice que su dolencia comenzó por ciertas anomalías en su estado de ánimo y que se han ido acentuando con el tiempo, hasta su dolencia actual. Esto viene a mostrar que toda enfermedad o problema psíquico, tiene un origen, una procedencia, sin la cual no podríamos nunca llegar a entender la relación actual de la enfermedad con pensamientos, deseos o acontecimiento pasados. El psicoanálisis trabaja este nivel de profundidad y desde la enfermedad actual, va construyendo el proceso que ha llevado a la persona a enfermar. Cuando un especialista no tiene en cuenta la procedencia de la enfermedad, dificilmente puede comprender la causa de la misma. El psicoanálisis, viene a descubrir que a pesar de enfermar, la persona opone sin darse cuenta, una resistencia a curarse. Esto quiere decir, que la enfermedad llega a producir un modo de vida, a la cual el paciente puede llegar a acostumbrarse y su vida es su entretenimiento, ocupa toda su atención, e incluso puede llegar a obtener ciertos beneficios de la misma. Contra esto, el psicoanálisis no puede hacer nada, ya que la curación, es una decisión del paciente. Si el paciente está dispuesto a abandonar el modo de vivir al cual su enfermedad le ha encadenado, la posibilidades de curación son cien por cien. Hay por lo tanto en la persona enferma, un temor a la curación, porque de hacerlo, tendría que volver a una normalidad, donde la mayoría de los casos, supondría tener que cambiar o modificar ciertos hábitos e incluso relaciones personales, a las cuales, uno se resiste a abandonar o modificar. ( CONTINUARÁ )