La intolerancia al otro tiene su fundamento en la relación de espejo que nos produce el mirarnos y vernos reconocidos de manera inconsciente en el otro. Llega un punto donde el sujeto ve en el otro características que le recuerdan a algún fantasma emocional bien de la figura del padre, de la madre o de los defectos no aceptados de uno mismo.
Para coordinar, dirigir y crear sinergias entre los grupos, se deben estudiar los complejos emocionales que se oponen a la formación de una sólida estructura grupal. Para ello, debe buscarse dentro de los aspectos de intolerancia entre compañeros, los fantasmas emocionales que hacen que las personas sean reflejo de lo que no nos gusta de nosotros mismos. Siempre hay algo en el otro que me recuerda a mí pero que no acepto y rechazo y es la fuente de conflictos. Para ser un buen coordinador o liderar un equipo, hay que tener desarrollada la capacidad de escuchar porque entre dos personas que no se toleran o se reprochan la forma de ser, podemos encontrar el fantasma emocional que produce dicha situación de intolerancia. Normalmente la intolerancia suele estar sostenida por un afecto: celos, envidia, narcisismo, tristeza, odio, amor. Otras veces la causa suele ser la existencia de un deseo inconsciente no admitido: sadismo, masoquismo, homosexualidad. De manera que tanto lo que separa a las personas dentro de los grupos como lo que las une, está ligado a la existencia de un afecto o un deseo inconsciente. Las rivalidades entre compañeros suelen ser desplazamientos del fantasma de la relación del niño rivalizando con el padre. Un odio encarnizado entre dos hombres, cuando no hay causa real que lo produjere, es un desplazamiento de un deseo homosexual latente que no se admite en la conciencia. El odio evita en todo caso, el acercamiento, el amor homosexual. Miren detenidamente a los hombres de sus equipos y compruébenlo.
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