Las funciones fallidas, o sea, el olvido ocasional de palabras, nombres, ciertos propósitos, equivocaciones orales, en la lectura, el extravío de objetos, la pérdida de los mismos, determinados errores contrarios a nuestros conocimientos, algunos gestos o movimientos habituales, todo esto que reunimos bajo el nombre común de funciones fallidas del hombre sano y normal, ha sido, en general, poco atendido por la Psicología, atribuyéndose a la distracción y considerándose derivado de la fatiga, la falta de atención o al afecto de ciertos leves estados patológicos. La investigación analítica ha demostrado que las funciones fallidas son verdaderos fenómenos psíquicos y entrañan siempre un sentido y una tendencia, constituyendo la expresión de una determinada intención, que a consecuencia de la situación psicológica dada no encuentran otro medio de exteriorizarse. Tal situación, es, por lo general, la correspondiente a un conflicto psíquico privado de su expresión directa y que ha buscado un camino indirecto para expresarse. La persona que comete el acto fallido puede darse cuenta de él y puede separadamente conocer la tendencia reprimida que en su fondo existe, pero hasta que el psicoanálisis se lo revela, ignora casi siempre, la relación causal existente entre la tendencia y el acto.
Los motivos que con más frecuencia nos mueven a reprimir una intención, obligándola a manifestarse mediante la expresión directa en un acto fallido, es la evitar el displacer o malestar. Por ejemplo, olvidamos el nombre de una persona cuyo recuerdo nos produce malestar. Perdemos un objeto cuando nos hemos enemistado con la persona a la cual nos recuerda o que nos lo regaló. Perdemos el tren o tomamos un camino equivocado cuando vamos a disgusto a un lugar, etc.. La memoria es muy parcial y tiene una gran disposición a excluir de la misma la reproducción de todo aquello que va unido a un sentimiento penoso, aunque no siempre lo consiga.
A veces, un acto fallido es dificil de comprender, a causa de la intervención de un proceso llamado " desplazamiento". Por ejemplo, olvidamos el nombre de una persona contra la cual nada tenemos, pero asociativamente guarda relación con el nombre de otra persona con la cual sentimos malestar. El olvido del nombre de la persona inocente escondía la intención de olvidar el nombre parecido o semejante de otra persona hacia la cual sentimos algún tipo de afecto.
La pérdida de objetos no constituye casi nunca una casualidad y que dicha torpeza no es muchas veces sino un disfraz de intenciones ocultas. El psicoanálisis descubre como detrás de algo que le sucede a la persona, se hallaba una intencionalidad inconfesada de la propia voluntad, incluso en accidentes graves que son adscritos a la casualidad. Este hallazgo del psicoanálisis viene ha hacer aún más espinosa la diferenciación entre la muerte por accidente y el suicidio inconsciente.
domingo, 5 de abril de 2009
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